Un mito en clave femenina: la dama de noche

El mito de Apolo y Dafne explica por qué el laurel es la planta que se emplea para «laurear» a los vencedores, para coronar a los ganadores en las justas poéticas o en los juegos olímpicos; para distinguir a los grandes poetas, a los césares. Siguiendo esta estela y dentro de nuestras actividades de fomento de la escritura y de la creatividad, nuestra alumna de 1º de ESO Carmen Rubio Mancebo ha escrito un «mito vegetal» en el que desentraña la historia de la dama de noche, esa planta de aroma embriagador pero que podemos disfrutar tan solo durante unos breves momentos de la jornada. Y, sin indicación ninguna, por propia iniciativa, ha escrito una historia en clave femenina que nos habla de autoafirmación, libertad y valentía. Parece que Carmen lo hubiera escrito para un día como hoy.

«Hace siglos, Afrodita, la diosa del amor, bajó del Olimpo al mundo de los mortales y se enamoró de uno de ellos. Tuvieron una hermosa hija a la que su padre llamó Selenia. Selenia creció en Atenas, en Grecia. Aprendió a luchar cuando apenas tenía quince años, su sueño era convertirse en la mejor guerrera de la ciudad e ir a la guerra, pero nadie la apoyaba. ¿Una mujer, luchando y encima hija de la diosa del amor y la belleza? Era lo más ridículo que alguien pudiera escuchar: las mujeres sólo servían para limpiar en casa y tener hijos, según los habitantes de Atenas. Selenia pensaba que las mujeres eran muy valiosas y que podían llegar a ser mejores guerreras que los hombres. Afrodita se avergonzaba de ella y se negaba a reconocerla como hija suya. A Selenia eso la traía sin cuidado, pues nunca había respetado los valores de su madre. Ella quería ser una luchadora fuerte e independiente.

Cuando cumplió veinte años, llegó a sus oídos que un cíclope asolaba la ciudad desde hacía meses, obstruyendo el paso a Atenas. Selenia no dejó pasar esa oportunidad de demostrar su valía: se encaminó al límite de Atenas, donde se asentaba el monstruo. Después de cortarle las piernas y derribarlo, lo apuñaló en su único ojo y volvió victoriosa a la ciudad. Era increíble: una mujer había salvado a la ciudad. Con el paso de los años, Selenia se convirtió en el símbolo de las mujeres de Atenas, puesto que había cambiado el modo de verlas. Ya nadie  la llamaba estúpida o ilusa.

         Tras luchar contra Lamia, una amante de Zeus que había sido convertida en monstruo por Hera, la diosa Artemisa quedó impresionada por la valentía de una chica tan joven. Le dio su bendición y le regaló un lobo blanco y una espada de plata, que sólo podría ser utilizada una vez para matar al mayor de sus enemigos. Selenia admiraba a Artemisa más que a su madre: no se dejaba mangonear por ningún hombre y no los necesitaba para nada. Con el paso del tiempo se hicieron grandes compañeras. Selenia era una gran guerrera, era idolatrada por todas las mujeres de Atenas y, más tarde, de toda Grecia. Mató a cíclopes, basiliscos, empusas, arpías, mantícoras y sirenas, incluso destruyó a una hidra. Salvó a ciudades y a pueblos, y protegió a las mujeres del maltrato de sus maridos. Artemisa se sentía orgullosa de ella, se había enamorado de Selenia. Al alcanzar los treinta años, Afrodita se presentó delante de su hija y la desafió:

-Si tan valiente eres, viaja al país de los Arimoi y mata a Equidna, la madre de todos los monstruos.

  Artemisa intentó detenerla, pero Selenia era imparable. Como toda hija de Afrodita, su mayor defecto era el orgullo desmedido. Viajó al país de los Arimoi, en Siria, donde habitaba la terrible Equidna, una ninfa de bello rostro y con dorso humano hasta la cintura, donde se alargaba en una enorme cola de serpiente. Tras una larga lucha, Selenia atravesó a Equidna con su espada de plata, que se deshizo en polvo plateado al igual que el monstruo. La guerrera había quedado herida de gravedad y se desangró en aquella cueva, con Artemisa a su lado, cogiéndola de la mano y declarándole su amor.

A las doce de la noche, Selenia murió. Había sido envenenada por Equidna, cuyo veneno no tenía antídoto.

Artemisa, desolada, hizo crecer una hermosa planta en el lugar de su muerte: una planta que solo florecería una vez en su vida, a media noche, durante sólo unos minutos, luego se cerraría y no volvería a florecer nunca. La dama de noche«.

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